Sobre el (cuestionable) derecho a no leer

DERECHOS IMPRESCINDIBLES DEL LECTOR
(Daniel Pennac).

1. El derecho a no leer.

2. El derecho a saltarse las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual).
7. El derecho a leer en cualquier lugar.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.

Estos días tengo entre manos un libro muy interesante sobre la animación a la lectura, qué paradoja. Tuve que auto-regalármelo porque he sido muy mala durante el curso y los reyes estuvieron poco generosos con eso de la crisis, en fin.
El libro se llama Como una novela; su autor es Daniel Pennac. Con Pennac, según yo tengo constancia, sólo comparto dos cositas en común: a) que es profesor de Literatura en un instituto de Secundaria; y b) que está obsesionado con inculcar a sus alumnos adolescentes el placer por los libros. Y de eso precisamente trata su ensayo. Ya con la primera frase me dejó boquiabierta, del sopapo: "El verbo leer no soporta el imperativo". ¡Auch! Necesito un trago de coca-cola.

No es nada fácil para alguien que enseña Literatura "dar la opción" de leer o no leer, por varias razones. La primera es que a mí, en parte, me pagan para eso. Me pagan para animar a leer y es un trabajo que desempeño por vocación y con gusto, pues considero que es lo único verdaderamente bonito que podré legar a mis alumnos. No conocimientos sobre ortografía o sintaxis, sino sólo la capacidad para aprender a disfrutar con un buen libro, sea del tema que sea. Cada mañana hay que llevarles un poquito de poesía en los bolsillos, avanzarles algún que otro capítulo con final inconcluso, para que a ellos les surja la curiosidad. No es nada fácil, pero en ocasiones se consigue. Si tú lees, a veces ellos leen.
La segunda razón, y más importante, es que yo disfruté muchísimo con mis lecturas juveniles, por eso no llego a entender del todo cómo es posible que, a priori, a mis alumnos no les interesen los libros. Tintín, Malfalda, Los cinco, Momo, Charlie y la fábrica de chocolate, Robinson Crusoe, La vuelta al mundo en ochenta días, Tom Sawyer, El Principito, Los diarios de Colón, Moby Dick, Las aventuras de Sherlock Holmes,... todos me hicieron disfrutar y crecer en muchos aspectos. Sin ellos no sería como soy, y por supuesto, no sería quien soy, una profesora de Literatura. Sí, ya lo sé: han cambiado los tiempos y estamos en la era de la cultura visual y la tecnología, bla, bla... No intenten deprimirme, por favor, que no lo voy a permitir.

El caso es que leo el "Decálogo de los derechos imprescindibles del lector" y sólo me dan ganas de arrodillarme y rezar para que el primer derecho no se convierta precisamente en eso, en un derecho. Porque, en mi humilde opinión (y sólo es una opinión de lo más humilde, ya que no se me ocurre cuestionar las aplaudidas teorías de Daniel Pennac sin tenerlo de cuerpo presente para que él mismo las defienda), el no leer nos deja a la Humanidad con muy pocas posibilidades. Con poco criterio, poca opinión, poca imaginación, poca creatividad, poca educación, poca cultura.

Aplaudo sin complejos a Juanjo Sáez, creador de aquel lema expuesto en las paredes de una conocida tienda de discos y libros:

"tOntO eL QuE NO leA".

Eh, oiga, sin ofender.
Perdón. Fue sin acritud. Sin acritud.