sábado, 3 de marzo de 2018

Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez

Escultura de Platero en la casa natal de Juan Ramón Jiménez
Platero y yo, esta gran obra universal, es el tercer texto más traducido a diferentes idiomas (después de la Biblia y El Quijote). Hay pocos inicios tan conocidos y entrañables como el principio de esta obra que recrea poéticamente la vida de ese burro llamado Platero. Inauguramos esta sección de grandes comienzos de la literatura con esta entrañable descripción de Platero:


Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra... Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

— Tiene acero...

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

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