A lo largo de 2017, 51 mujeres han sido asesinadas a manos de hombres en España. 51 mujeres que podían haber sido perfectamente la hermana que te ayudó con los deberes, la desconocida que te guió, la chica que te gustaba con 14 años, tu primer amor. 51 voces calladas por la ira, por la rabia interna de aquel que se cree superior. Y, desgraciadamente, 51 no es más que un número que representa la punta del iceberg. Y es que, en 15 años, 1000 mujeres han sido víctimas de un feminicidio, un crimen cometido por hombres en contra de mujeres, en nuestro país. 1000 mujeres cuyo derecho a la vida les ha sido arrebatado por el único hecho de ser portadoras de una vagina, por ser mujeres, víctimas por razón de sexo.
La dura realidad es que estas cifras no se quedan ahí, hay muchas más. Porque las que seguimos vivas tenemos que vivir con miedo de convertirnos en otra cifra más, otro dígito añadido, un nombre más en una lista interminable, otro sacrificio inútil. Y ser enterrada o estar tras una lápida no es la única forma de estar muerta. Puede que las secuelas sean permanentes. Porque hay secuelas que arruinan vidas. Porque hay actos que arruinan vidas. Porque hay hombres que arruinan vidas. Porque andar sola no tiene que suponer un riesgo. Porque nadie tiene la autoridad para ponerme una mano encima sin mi consentimiento. Y un no, es un no, y no porque quieras escuchar un sí tiene que serlo. Y aunque no me niegue, no significa que esté de acuerdo con ello.
Estamos hartas de ser asesinadas, de ser maltratadas, de ser violadas, insultadas, infravaloradas. Estamos cansadas de micromachismos, de educaciones sexistas, de comportamientos machistas que se toleran porque siempre ha sido así. Estamos hartas de la cultura patriarcal, de todos los actos antifeministas, desde chistes machistas hasta acoso laboral porque estos son el reflejo de la sociedad patriarcal en la que estamos y de la que debemos salir. Estamos cansadas de callar porque así estamos más guapas, cansadas de ser tocadas por manos aventureras no autorizadas, de soportar insultos y hasta piropos. Porque que un desconocido me elogie por mi físico no me agrada, porque somos más que caras bonitas. Somos cerebro. Somos persona. Somos alma. Somos espíritu. Un espíritu como ningún otro, un espíritu que habla y deja de ser bello, pues se convierte en magnífico. Un espíritu que no tolera actos y se reivindica contra ellos. Un espíritu que lucha y sigue. Y sin ese espíritu no hay humanidad, y lo queréis suprimir, lo queréis acallar. Y no lo conseguireis. Y no va a cesar hasta que todas seamos tratadas con respeto e igualdad. No va a parar hasta que las cifras cesen, hasta que el sacrificio de muchas de nosotras no quede en el olvido y entonces se alce, fuerte e imponente. Porque somos el ave fénix, y resurgiremos de nuestras propias cenizas todas las veces que haga falta.
Y es por ello que yo acuso al asesino, por arrebatar algo que no le correspondía.
Yo acuso al violador, por no saber que el oído tiene su función y aún así hacer caso omiso de ello.
Yo acuso al maltratador, por creerse superior e infravalorar.
Yo acuso al hombre, aquel que en el ecuador de su vida osó levantar la mano a su mujer.
Yo acuso al padre que permitió que su hijo golpeara a una niña, justificándolo con «son niños, estaban jugando».
Yo acuso a todos aquellos que miraron hacia otro lado cuando un joven prohibió a su novia hacer algo.
Yo acuso a aquel que permitió un golpe porque «no es su problema».
Yo acuso a todo aquel, incluso a mí misma, por calificar de «guarra» a una joven por el mero hecho de hacer lo que quisiera.
Yo acuso a los altos cargos por no tomar medidas de verdad contra este asunto.
Y finalmente, te acuso a ti, oyente, por creer que todo esto es un mito y no ayudar a que esta situación finalice, para que sepas que si no eres parte de la solución eres parte del problema; porque hoy es la niña de las noticias y mañana será tu hija, tu sangre, y te preguntarás qué has hecho mal, pero será entonces cuando el mito se hará realidad nuevamente, y caigas en la cuenta de que no son algunas, somos todas.
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